Ya hace años hubo un debate sobre el aborto en España.
De hecho, surgieron entonces bastantes plataformas políticas "provida" con pretensiones de convertirse en opciones de voto alternativas al PP o al CDS.
Sí, mi amigo Jose Alberto, en una de sus innumerables "volteretas vitales", se sintió tentado por la militancia activa en favor de una de estas candidaturas.
Esto le planteó un problema al PP : ¿ Debía mantener "numantinamente" su rechazo al aborto, y expulsar a "las Celias Villalobos" del partido, para no perder voto en dirección a estas plataformas ? ¿ O debía obviar la cuestión, como defendía Alberto Ruiz Gallardón, para así tener alguna oportunidad de ganar las elecciones ?
De hecho, la renuncia a alguno de los propios principios en aras de alcanzar la victoria en unos comicios no es algo tan raro en política : ya tuvo nada menos que Margaret Thatcher que comprometerse en 1979 a "no tocar" la sanidad pública británica o José Maria Aznar en 1996 el sistema de seguridad social, tras haber firmado dos años antes el denominado "Pacto de Toledo".
Yo personalmente, no lo oculto, estoy en contra del aborto y sí, lo siento, lo considero un asesinato, y por esta opinión mía ya quedé en su día caricaturizado en aquella entrevista que nos hicieron en Getafe a los dirigentes locales de las juventudes de los tres principales partidos políticos, pero la verdad sobre este asunto simpatizo con lo que yo denomino la "Doctrina Gallardón".
Según esta, antes de condenar la aplicación de la actual Ley del Aborto, lo primero que debería hacer un político "sensato" es promover medidas sociales, económicas, ..., que pudieran llevar a la sociedad a replantearse la cuestión.
Así, tras la renuncia relativa de la socialdemocracia a su defensa de un Estado de Bienestar en constante expansión, con mayor fuerza tras la Caída del Muro, y la aceptación también relativa de dicho Estado de Bienestar por los neocons, surgiría ahora una justificación ética, moral, religiosa, incluso económica y de defensa nacional, en favor del desarrollo de un Estado de Bienestar "de derechas" que favorezca la vida y "desaconseje" el aborto, y quien mejor que Ana Botella para hacerlo.
Otra opción sería, ya digo, la condena y, por supuesto, la persecución del "fraude de ley", como tan brillantemente ha hecho la revista Epoca y, en general, el Grupo Intereconomía, pero luego no nos estrañe que, junto con la revitalización del debate, también se provoque la radicalización de las posiciones contrarias a la nuestra, con la consiguiente reforma "con intención masónica" de la ley por Zapatero y Aido, lejos ya las reticencias morales de Felipe González, Mª Antonia Iglesias o José Bono.
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