El recuerdo del 11-S.

Perdónenme, pero aún no he conseguido poder volver a ver aquello.

Sí, tengo en casa un vídeo con las imágenes de aquel día, pero nunca he logrado soportar estar frente al televisor más de treinta segundos.

He leído libros, artículos y he visto fotos, pero contemplar aquellas imágenes en movimiento por televisión me es aún imposible.

En cambio, creo que lo del 11-M ya lo he llorado suficientemente.

Me ocurrió con esto lo que no esperaba, por un tiempo me noté triste y acongojado, algo que he sabido que les pasó también a muchos newyorkinos tras el 11-S, pero creo que ya lo tengo superado.

Pero con lo de aquel ataque a las Torres Gemelas soy como era mi abuela Manola, incapaz ella de ver por televisión una película de la Guerra Civil o escucharnos a mi primo Carlos y a mí discutir sobre la mejor táctica para ganarla cuando nos entreteníamos los fines de semana con nuestros juegos de estrategia.

Sí era mi abuela muy dada a contarnos historias sobre sus padecimientos bajo los bombardeos de Madrid, sobre aquel día que perdió su casa y gracias a una premonición suya salvó a su familia, sobre aquel poema patriótico y combativo que escribió y aquel estandarte republicano que confeccionó y que luego temió que por haberlos elaborado pudieran llevársela al paredón, y sobre sus esfuerzos para mantener sus costumbres católicas y justificarse a sí misma por lo extremado de aquel momento su amancebamiento con el que luego sería su esposo y mi abuelo, pero después era incapaz de oír una discusión erudita y desapasionada sobre aquello, y cuando echaban en la tele una película sobre la Guerra Civil o la II Guerra Mundial ella se iba siempre a la cama.



No hay comentarios:

Publicar un comentario