Habíamos abierto la oficina electoral de la calle Madrid, y por su puerta nos empezaron a entrar los personajes más curiosos que puedan ustedes imaginarse.
Y todos eran útiles, pues había que embuchar muchos sobres y también repartir muchas octavillas de propaganda.
Y así, un día, allí se nos presentó, y al poco ya nos estaba contando que había sido miembro de la Guardia Mora del general Franco.
Y, también, que él aún tenía mano en el CNI y que si tú seguro que podrías ser un magnífico agente.
Pero, en fin, cada loco con su tema y el hombre inspiraba ternura y se hacía querer.
Hasta que llegó el mitin de final de campaña, en Las Ventas, aquel en que nos echó la charla "el Damborrenea", y vemos entrar en el coso a la comitiva de José María Aznar, y a un lado y por delante le abre camino López-Viejo y su "walkie-talkie", y al otro lado y por detrás se lo cierra nuestro "Llamazares".
¡ Nos dio la taquicardia, queríamos que se nos tragara la tierra, y no supimos qué hacer !
¿ Debíamos inmediatamente dar el aviso a los responsables de la protección de Aznar ?
¿ O nos callábamos y rezábamos para que no pasara nada ?
Hicimos lo segundo, y todavía me asusto de lo que allí se podría haber montado.
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