La estatua de Franco.

Murieron Sanjurjo, Mola y Primo de Rivera, y vivió Franco.

Y, luego, en el "tardofranquismo", muerto Carrero, y desechado Girón, algunos apostaron por Blas Piñar y su Fuerza Nueva.

Y murió Franco.

Y esos algunos vivieron del estar todos los años recordándolo.

Y también surgieron Ynestrillas varios.

Y murieron Carmen Polo y el marqués de Villaverde.

Y Blas Piñar, que nunca dejó de intentarlo, se hizo muy mayor y le pasó el testigo a su yerno.

Pero no, ni parecido fue el arreglo.

Y Carmen Franco ha seguido todos estos años recordando a sus muertos, mientras sus hijos se han dedicado a otros arriendos.

Y, en esto, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñon se ha convertido en experto, y lo mismo se hace un Xanadu para Francis Franco que un nuevo Estatuto para el PNV de Iñaki Anasagasti, o apoya con su argumento de autoridad las tertulias de Simancas en Leganes al grito de "¡ Que vienen los fachas !".

Y, ahora, y tras muchas vueltas, y en pleno enjuiciamiento de algunos de los seguidores de Manuel Canduela por aquello del asalto a la Delegación de la Genaralitat catalana en Madrid, parece que es Carmen  Martínez Bordiu la que desea recordarlo todo.

Y así, Carmen se ha echado otra vez novio, esta vez uno de Parla, uno que en su día tuvo a bien el comprar y poner en su jardín aquella estatua que los de Zapatero desalojaron la noche en que los amigos de Santiago Carrillo lo estaban celebrando.



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