Yo, ya lo saben, y ya se lo he dicho antes, odio a los "democristianos", y mira que he estado veces a punto de convertirme en uno.
A mí con la Democracia Cristiana me pasa lo que a muchos homófobos, que muchas veces su odio oculta una disimulada querencia.
De hecho, fui y soy muy de Karol Wojtyla y, por inercia, sigo siendo mucho de Joseph Ratzinger.
Pero, aún así, para mí el hecho religioso es algo intimo y personal y, por tanto, desconfío de los que lo expresan públicamente e, incluso, lo utilizan políticamente.
Así, para mí, el denominado movimiento "Teocon", como antes la Democracia Cristiana, por su contenido mayoritariamente social, puede llegar a tener su mérito como vanguardia y límite fronterizo de las "ideas de Derecha", pero al mismo tiempo tiene el inconveniente de que en demasiadas veces "la noche les confunde" y se hacen "más papistas que el Papa", y terminan defendiendo a Sadam Husein durante la Guerra de Irak, tomando partido por los croatas en la Guerra de los Balcanes o rechazando cualquier reforma del mercado de trabajo o de las cuentas de la Seguridad Social.
Así, el pastor Billy Graham y su amigo Willian Bennett ( "El libro de las virtudes" ) en Estados Unidos, el ex presidente del Senado Marcello Pera y sus amigo Giuliano Ferrara ( "Il Foglio" ) en Italia y el cardenal Rouco y su amigo Julio Ariza ( "Intereconomía", "Epoca" y, sobre todo, "Alba" ) en España, ayudados en ocasiones por el ex Fiscal General "fundamentalista" John Ashcroft, la periodista "atea y cristiana" Oriana Fallaci y el historiador "evangélico" Cesar Vidal, e incluso por los propios George W. Bush, Nicolas Sarkozy, Jose María Aznar, Emma Bonino y, quien nos lo iba a decir, el "renovador por la base" Jose Luis Balbas, lideran estos movimientos y, les digo la verdad, me tienen un poco asustado.
Sí, me asustan, me dan miedo, y eso es algo que me gusta.
No me sentía igual desde los tiempos de Ronald Reagan, cuando por un lado me entusiasmaba el que "los tuviera tan bien puestos", pero por otro me "acojonaba" el hecho de que lo que hacía no fuera fruto de un perfecto análisis y una completísima información de lo que en realidad sucedía "al otro lado".
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