Hace ya años de aquella declaración de George W. Bush anunciando "el fin de las principales operaciones".
Y, sin embargo, no se hizo caso a Donald Rumsfeld sobre aquello de "dejar a su suerte a Irak".
Y, de hecho, se le apartó y se puso a Condoleezza Rice al mando.
Y tampoco fue suficiente la captura y posterior ejecución de Sadam Husein, ni la muerte anterior de sus hijos Uday y Qusay, ni la posterior de Abu Musab al-Zarqawi, ni el aparente desarme del clérigo Muktada Al Sadr y ni siquiera la captura algún día de Izzat Ibrahim al Douri parece que pudiera serlo.
Y según algunos la fe de George W. Bush fue la culpable de que "perseverara" y de que intentara "traer la democracia" a Oriente Medio.
Y, por eso, ahora, siete años más tarde de aquella fatal decisión de disolver el ejército regular iraquí, nos anuncian la retirada del último batallón de combate estadounidense en Irak, aunque inmediatamente nos aclaran que aún quedarán 50.000 efectivos con otros cometidos.
Y, por eso, ahora, quizá, con las tropas ya en casa, haya llegado el momento de hablar en contra de la intervención en Irak también desde un punto de vista "conservador y de derechas".
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