"¡ Ni yo me voy a hacer bolivariano ni Maduro democristiano !", que dice Garcia Margallo.

Manuel Fraga fue conservador, paleoconservador incluso.

Y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñon pasó de ser apadrinado del democristiano Landelino Lavilla a presumir de liberal-conservadurismo.

Y Antonio Hernández Mancha se quedó en aprendiz de neoliberal.

Y Marcelino Oreja era democristiano hasta de aspecto.

Y José María Aznar presumía de ser simplemente liberal cuando le acusaban de juntarse demasiado con neocons.

Y Mariano Rajoy, cuando dijo lo que dijo, lo que quiso decir es que en el PP también había democristianos y socialdemócratas, además de conservadores y liberales.

Y Esperanza Aguirre, además de simpatizar con el Tea Party, fue calificada por Lassalle de liberal antipática.

Y, claro, al así hacerlo, el propio Lassalle se calicaba a sí mismo en cuanto a lo del liberalismo de simpático, es decir, socialdemócrata.

O "socialdemócrata de mierda", que dijo un día de Rallo el profesor Huerta de Soto y así quedó grabado.

Y Miguel Ángel Rodriguez también dijo aquello de que el PP era de centro izquierda.

Y Adolfo Suárez que lo que en realidad éramos todos los "fachitas" es socialdemócratas.

Y Francisco Álvarez-Cascos presumía de preliberal, por ser su referente el ilustrado Jovellanos.

Y ahora dicen los de Intereconomia, creo, y con muy mala leche, que lo que somos con Soraya Sáenz de Santamaría y Alfonso Alonso es progresistas.

Es decir, un paso más allá de aquel reformismo que en los buenos tiempos de Rodrigo Rato se presumía.




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