Los límites de la revolución conservadora.

Hace ya muchos años compré en la Cuesta Moyano un librito que quizá es el más querido por mí de cuantos acumulo en mi despacho.

Se trata de "La revolución conservadora americana" de Guy Sorman.

Luego el autor se puso de moda y mi padre fue comprandose una tras otra todas sus obras, pero este librito egoístamente nunca se lo dejado por miedo a que me lo extravíe.

Además, como anécdota, de mis tiempos "de Le Petit Nicolás" en la Cánovas del Castillo también conservo un panfletillo titulado "La revolución liberal-conservadora", firmado por un hermano del ex ministro Federico Trillo, y que es un plagio y un corta-pega del libro de Sorman.

Y pues sí, en este librito de Guy Sorman aparecen apenas esbozados personajes que luego han sido fundamentales en el pensamiento "facha", "neocon" o como ustedes quieran llamarnos.

Y, también, aparecen propuestas de un mundo que luego se ha ido durante estos años creando.

Pero no todo han sido aciertos y hay algunos casos en que puede que esta forma de pensar nuestra se ha demostrado en la realidad un poco demasiado.

Me refiero, por ejemplo, a aquellos cortes en el suministro eléctrico que se produjeron en California y Texas al principio del mandato de George W. Bush y que se achacaron a la prioridad del reparto de beneficios sobre el gasto en mantenimiento tras la privatización allá de la industria eléctrica.

Y me refiero a esa acusación que pesa sobre el ex presidente Bill Clinton de haber eliminado todos los controles sobre Wall Street y provocado así esta crisis de las hipotecas "subprime" que aún estamos llorando.

Y también me refiero al fracaso del gobernador Sam Brownback en Kansas, tras intentar drásticamente reducir el tamaño de lo público y confiar así ciegamente en aquello que ya entonces Guy Sorman nos contaba en su librito sobre Laffer y su feliz curva.


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