En Siria hay una dictadura.
Bashar al Asad se llama el dictador.
Y como en Corea del Norte de su padre la heredó.
Y su tío y su hermano antes no la heredaron por una supuesta traición el primero y el segundo porque murió.
Contra él, contra Bashar al Asad, los de la Primavera Árabe se levantaron.
Y Occidente les apoyó.
Luego, otros, aquellos de Abu Musab al Zarqawi, lo aprovecharon.
Y con Abu Omar al Baghdadi de Al Qaida se separaron.
Y ya con Abu Bakr al Baghdadi proclamaron el Califato.
A estos ya no les apoya Occidente desde entonces, pero sí Qatar y Arabia Saudí.
Y de igual modo a Bashar al Asad le apoyan Rusia e Irán.
E Irán le apoya directamente, con el general Qassem Soleimani y su Fuerza Q, y también a través de la libanesa Hezbolah.
Y, entonces, casi simultáneamente, un Airbus A321 de propiedad rusa sufre un atentado en Egipto y se producen las masacres de Beirut y París.
Y no, en Occidente no reaccionamos del mismo modo.
No empalizamos de igual manera.
Yo, al menos, con Hezbolah no puedo hacerlo.
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