Ya lo he contado un par de veces antes.
Un día aparecí por la entonces sede de Alianza Popular en Getafe, aquella que estaba al principio de la calle Toledo.
Y había ido allí con intención de colaborar y afiliarme, pero luego no.
Tras muy poco tiempo salí de aquel piso profundamente decepcionado, pues de lo único que oí allí hablar fue de instaurar la pena de muerte y no paré además de ver llaveros de "aguiluchos" y de "Falange".
Y eso no es lo que yo había vivido en la sede de La Latina, ni por asomo.
Por eso decidí que aún no era el momento de allí afiliarme y no volví.
Estaba yo, ya entonces, absolutamente en contra de la pena de muerte y eso para mí no era negociable.
Por eso, cuando años más tarde descubrí que Don Félix, ya en 1978, se había desmarcado de la opinión a favor de Fraga en este asunto me volví aún más fanático de su figura de lo que ya lo era.
Antes ya me había quedado prendado de él durante aquella defensa que en aquel Congreso del Partido hizo de sus enmiendas a la ponencia del reglamento, hasta casi la madrugada.
Aquel entusiasmo me pareció impropio de alguien tan alto en el escalafón del partido, y así aquella tarde-noche me ganó para siempre.
Por eso, cuando un buen día alguien me hizo llegar el que Don Félix me consideraba "Uno de los nuestros" me di en esto del politiqueo sobradamente satisfecho.
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