Y que no, que nunca las votaría.
Pero que me gustan.
Desde aquella vez que a Cristina Almedida la vi pasar conduciendo un destartalado automóvil.
Y desde que conocí su relación con los abogados laboralistas de la Matanza de Atocha.
Y su condición de vecinas, pared con pared, y trapicheo de metros cuadrados mediante.
Y, también, socarrón que es uno, con lo de la Comisión municipal de la Memoria Histórica.
Ya saben, el papá de Almeida, y sus tíos, sobre todo uno, en lo de Badajoz la también llamada Matanza.
Es lo que tiene el veranear por esas tierras, y que allí te cuenten.
Como sucede en Alemania con los hijos de los nazis, mil años de pedir perdón algunas veces no son suficientes.
Es lo que tiene el veranear por esas tierras, y que allí te cuenten.
Como sucede en Alemania con los hijos de los nazis, mil años de pedir perdón algunas veces no son suficientes.
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