Escritro por El Zurdo, hace ya un tiempo.

Como otras veces, no puedo estar de acuerdo en todo, pero la idea general la asumo como mía.

"La paloma, durante mucho tiempo símbolo de paz, ha sido desmitificada en los últimos años por algunas mentes más críticas y amigas de lo real como un bicho sucio y degradador del entorno ( la llamada «rata con alas» ). Yo añadiría dos rasgos más: su perfil parapolicial ( el importante rol de la paloma mensajera en determinadas situaciones de conflicto del pasado, que la convierten en una especie de patrona de los media al servicio de la máquina estatal ) y su perfil mixtificador ( es el animal preferido de los ilusionistas ).

Desde que se inició el año, bajo la consigna «NO A LA GUERRA», nuestro país inexistente arde en ostentóreas pirotecnias de antibelicismo ( hasta se dice que España es la zona donde más se han practicado estos happenings ). Curiosamente, el único sector que, hoy por hoy, interioriza en el desapego al establishment y sus valores ( los abertzales ), es el único que no participa de este jolgorio, centrándose más en cuestiones reales ( acoso legal a todo un espectro de opinión, resacas del Prestige... ) que le atañen de manera directa y en las que sí pueden plantear algún tipo de resistencia más allá de lo coreográfico, y situando la cuestión internacional en su justo punto, sin hipertrofias escapistas y ocultadoras de intereses espúreos, dando cabal testimonio de gravedad ( la presencia de vascos en Irak –como unos meses antes en Galicia- nunca es gratuita ni, mucho menos, un camuflaje membrillesco –como el show ecoatlantista de Mendiluce en los Balcanes o como esos voluntarios enviados a la Costa da Morte por los servicios gubernamentales para contrarrestar una posible batasunización en la zona tradicionalmente mansa del noroeste- ).

Claro, se me dirá, los abertzales no son palomas. No quieren la paz. Y aquí es donde entramos en harina: ¿qué son las palomas, en su metáfora sociopolítica? ¿y cuál esa paz de la que tanto se habla?

El sistema occidental ( globalizando -como ya dije en mi texto "ETOLOGÍA DEL SIONISMO"- la situación marcada por Israel ) se divide en dos flancos que lo sustentan: los policías malos o halcones, partidarios de métodos más expeditivos, dispuestos a pechar con un coste de muerte ( tanto infligida como asumida ), y con una visión más motivada de su dominación imperial, basada en la lógica de la fuerza y del respeto/temor inspirado a los inferiores; luego están los policías buenos o palomas, más sinuosos, que huyen en lo posible del conflicto frontal y prefieren la mixtificación del picapleitos ( ya saben, «la parte contratante de la parte contratante...» ), la estabulación ( las técnicas de pastoreo, que diría Foucault ), lobotomización ( reeducación ) y soborno ( reinserción ) del contrario, al que no desean machacar físicamente pero sí destruirlo culturalmente hasta cambiar por completo el color de su alma. En Israel, los actuales halcones buscan el exterminio de la población palestina, en tanto que la pasada etapa paloma (Barak ) pretendía solventar el problema con la ficción bantustan de Gaza y Cisjordania, reconocidos por la ONU como espacios de soberania ( lo que no se hizo con los bantustans sudafricanos ). Lo paradójico es que, por lo general, el halcón resulta más positivo para el resistente ( en tanto resistente ) que la paloma: de haber continuado en la línea de Barak, tal vez hoy el espinazo de la autodeterminación palestina se hallase reblandecido y tan corrupto como para acabar aceptando la estabulación con su banderita en la ONU ( dejándose extinguir entre limosnas de la pseudofilantropía occidental y conformación del porvenir como paraíso fiscal en plan islita independiente de la Commonwealth, o emirato diminuto del Golfo Pérsico ); es Sharon quien recupera el pulso de la contestación palestina, la cual, a cada momento que pasa, recuerda más y más a la madre conceptual de todas las contestaciones, la resistencia pielroja.

La paloma no empatiza con el oprimido, pues como buena heredera del despotismo ilustrado sólo desea encajarlo en el lecho de Procusto de su realidad prefabricada a golpe de compás utópico. No concibe la autodeterminación del Otro, solamente su adiestramiento como perrito de circo, la ingestión de su alma, su manipulación como muñequito a lo Ken y Barbie. El halcón, al menos, reconoce la realidad del Otro ( por eso, en su lógica dominadora, debe destruirlo ). El bando paloma la niega y, si finalmente acepta la imposibilidad de corromper al Otro, entonces, deja de ser paloma y también busca su exterminio ( aduciendo algún argumento excepcionalista de indudable tirón emocional ): esto lo hemos visto, en relación con el conflicto balcánico, cuando determinados elementos tópicos del pacifismo ( radicales italianos, sectores del ecologismo alemán, santos laicos carpetovetónicos a lo Mendiluce o Savater... ) apoyaban sin escrúpulos una intervención armada en Serbia asumiendo el fuerte coste de bajas civiles ( siempre recomiendo a este respecto el libro «DE LOS DERECHOS HUMANOS» -Ed. Trotta, 1998-, donde se resumen unas jornadas organizadas por Amnistía Internacional en el 93 y donde queda completamente al descubierto el lado más despótico de las palomas y su odio a la diferencia ). También es muy gráfico el paso de pacifistas israelíes ( de movimientos como PAZ AHORA –prácticamente homólogos en su momento de quienes hoy cacarean tanto contra Aznar- ) a apoyar el terror laborista contra los palestinos dentro del gabinete de coalición presidido por Sharon. Aquí lo vemos cada día con estos ghandianos de pacotilla que alternan sus aspavientos victimistas con sutiles llamamientos a la mano dura en Euskalherria ( en comparación, encuentro mucho más honrada la actitud del paramilitar protestante en el Norte de Irlanda o del colono judío fundamentalista, pues al menos tienen los arrestos de defender sin subterfugios su discutible derecho a estar donde están ).

El halcón vive en la realidad del poder, de la dominación, del conflicto, de la expectativa de victoria y del riesgo a una posible derrota. El paloma, habituado a engañar al Otro con su verborrea virtuosa, también acaba por autoengañarse en la ficción del Derecho. No existe el Derecho como realidad igual que no existe la ONU como realidad garante de Derecho: cuando la ONU pintaba algo y la reaganiana embajadora Kirkpatrick se mostraba apopléticamente impotente de imponer las razones imperiales USA era, no por el derecho, sino por la realidad de entonces, de un todavía vivo equilibrio de poderes, que permitía el juego de la URSS y de un Tercer Mundo que daba sus últimas boqueadas insurgentes; hoy la ONU es tan virtual como lo fue la Sociedad de Naciones en los años 30 ( precisamente, sobre esto de la ONU, hoy la garantía de que el planeta no sea aún globalmente antiutópico estriba no en los amañados y parciales tratados de no proliferación nuclear perpetrados por el Pentágono y sus acólitos, sino en que haya países –China, Corea del Norte...- que posean armamento nuclear sin someterse a la férula imperialista, en que exista un mínimo de equilibrio de poderes a nivel planetario: hoy las razones a favor de la disuasión nuclear que daba Raymond Aron en los 60/70 son tan válidas como otrora, pero esta vez planteadas desde el bando insumiso a las razones del Imperio –de hecho, mucho mejor que participar en carnavaladas pacifistas o saturar los servidores de nuestros amigos y conocidos con inoperantes cadenas de emilios incitando a una nueva performance inocua sería dedicar el tiempo a una lectura políticamente incorrecta, perversa, lo que podríamos llamar un «aronismo invertido», de textos como «Los últimos años del siglo», «Pensar la guerra. Clausewitz» o «Paz y guerra entre las naciones»- ): existe la realidad del Privilegio Adquirido. El auténtico impulsor de esta escalada bélica defendida formalmente por el descerebrado Bush (la imagen del enano oculto dirigiendo los movimientos del luchador mongoloide en «Mad Max y la cúpula del trueno»), esto es, Israel y su tupida ausland de lobbies, ha adquirido el privilegio fáctico de estar donde está mientras otro poder ( o sus propios errores megalomaníacos ) no hagan que pierda tal privilegio. Los palestinos ( como sus antecesores conceptuales los pielrojas ) poseen el privilegio moral de la resistencia irreductible, de negarse a la doma. Frente a estos dos poderes, nuestros corifeos por la paz ( palomas ) y nuestros lacayos del eje imperial ( halcones –o mejor, alimoches, caricaturas vulturinas de halcones- ) no son sino hologramas incapaces de incidir en los acontecimientos. Podemos ver a través de sus dobles lenguajes, de sus palabras vanas, de sus intereses particulares maquillados de interés general ( el tan miserablemente nuestro síndrome Casasviejas -«váyase, señor Azaña»- de la CEDA continuado por el PP con el tema del GAL -«váyase, señor González»- o, ahora, por el PSOE con la leche ésta de la guerra -«váyase, señor Aznar»-: tan grotesco como suponer que a Gil Robles y sus huestes les importaba la suerte de los campesinos masacrados en aquel rincón andaluz –ellos masacrarían no mucho después en Asturias-, o como suponer que a Aznar y sus mariachis les escandalizaba la guerra sucia –ellos ahora, con la cosa de emular a Bush en su estado de excepción apenas encubierto, están perpetrando otra guerra sucia legal, capitaneada por el juez que denunció la anterior del GAL, para mayor recochineo-, es suponer que a quienes más chillan y cacarean NO A LA GUERRA les importa un comino la suerte del pueblo irakí y no sus especulaciones carroñeras en torno a la caída del PP y el regreso del PSOE –subvenciones, patrocinios, enchufismos, etc, dentro de la subrutina picaresca del «quítate tú pa ponerme yo» tan propio de este Monipodio mierdibarroco llamado Spain por quienes de veras tienen la última palabra sobre nuestro destino- ).

No niego que, frente a las mendaces palomas, siempre han existido auténticas voluntades pacifistas ( como forofo incombustible de Simone Weil no puedo sino admitirlo del mejor grado ) pero son éstas precisamente, en su honestidad, desprendimiento y visión crítica de lo establecido, quienes siempre siguen un devenir incómodo que les lleva a ser mal vistas por el Sistema: la citada Weil, Emmanuel Mounier, Frantz Fanon, Carlos Múgica, Ignacio Ellacuría o, ahora mismo, gentes de Euskalherría ( en Esker Batua –la controvertida Izquierda Unida del País Vasco- o en el mismo entorno abertzale ) que, aspirando al fin de la violencia, no se pliegan a transigir con la apetencia goethiana de preferir la injusticia al desorden.

Pero, claro, de esta gente no se habla en el mainstream mediático ( o incluso pueden ser acusados por la judicatura de colaboradores del terrorismo ): resulta mucho más pertinente el balbuceo abúlico de Nacho Canut volviendo ad uterum con sus advocaciones a Dios y al Papa, las pegatinas en el coño de Alaska, las cuchufletas del divino Boris o la demagogia policial de Mendiluce.

Afortunadamente, la realidad no tiene que ver con ninguno de ellos y, en no demasiado tiempo, dentro del eterno sube y baja de Sodoma y Esparta ( esto es, de los mundos pochos, virtuales, que se disuelven en su climaterio interminable para dejar paso a nuevos mundos -reales, en agraz, pidiendo ser construidos desde su inocencia primigenia- ), los hechos, una vez más, barrerán del todo a los gestos.

Ser o no ser : el dilema que siempre acaba pasando factura. Se acabó el cabaret, la belle epoque postmoderna. Las palomas del mago de Oz, mejor, en escabeche".

1 comentario:

  1. Es que nuestra Soni nunca se aclara de con quién se toma las copichuelas. Seguro que no sabe ni quien soy yo.

    Toño Zancajo

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