Hace veinticinco años en Praga.



En 1989 fue lo de la caída del Muro de Berlín.

Y en Praga fue lo de la Revolución de Terciopelo.

Y, luego, en 1991, cuatro amigos viajamos por Europa, y en Praga y al grito de "polichia, polichia" nos tangaron y por dos veces con el más clásico de los timos.

Y también allí y entonces desayunamos los cuatro "café, zumo, bollo y pincho de ensaladilla, todo por ciento veinticinco pesetas, es decir, cuatro cafés, cuatro zumos, cuatro bollos y cuatro pinchos de ensaladilla por ciento veinticinco pesetas" ( y no veas la de veces que en estos años lo hemos contado ).

Y también allí una muy amable dependienta nos contó entonces que aquella librería había sido inaugurada antes de la II Guerra Mundial, que en la década de los cuarenta tuvo que cerrar por la escasez de suministros, y que había vuelto a abrir en 1981, pero que su propietario no había dejado nunca de vender libros en esos oscuros años desde su particular domicilio.

Y sí, han pasado veinticinco años desde 1989, y también desde 1991.

Y todo ha cambiado.

Aquellas calles centrales de Praga, entonces desiertas en cuanto a comercios, son ahora todo tiendas de lujo o franquicias de pizzerías, burgers o parecidos muy modernos diseños:

¡ Alucinante, una transformación increíble !

¡ Ni en Roma hay tanta oferta de establecimientos !

Y la cafetería de los pinchos de ensaladilla es ahora un McDonald.

Y sí, el cabaret sigue ( aunque no estoy seguro si en el mismo emplazamiento ).

Y putas hay alguna, pero nada que ver con aquella multitud de 1991.

Y aquel burger con platos de loza y vasos de cristal ya no existe, en su lugar hay un Zara o algo semejante.

Pero aquella librería continúa, y quizá ha sido la misma dependienta la que veinticinco años después le ha contado de nuevo la historia del viejo librero a Sonia ( que por indicación mía y aprovechando su muchísimo mejor inglés ha sido la que ha preguntado ).



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